Persona Random
Aire viejo de ciudad, mismo gris rutinario. Entre el metal y el asfalto, yace un poeta pensando. Vaya incertidumbre, vaya falta de inspiración y descanso, la penosa hoja blanca yace en su regazo. De pronto el ambiente se vitaliza, de entre las nubes vuelve la luz, cuando un zarpazo de colores desafía la monotonía. Ella avanza con gracia alegre, el escenario hace suyo, envuelta en los colores de la belleza, canta al mundo un antes y un después de su llegada. Refresca la brisa, las sombras se alargan, el mundo esperaba, inconscientemente tan mordaz entrada.
Su vestido es un lienzo vibrante, sus tonos pasan del morado al rojo y vuelven a empezar, se mezclan en un torbellino que no acaba, que se mueve con el viento en una melodía que solo conocen ella y el universo. Cada flor respira, cada flor vive más allá de la tela en que se dibuja. Cada una nace, crece y perece en su sutileza encantadora con el mayor de los honores.
Sus cabellos caen en cascadas, en suaves ondas marrones que capturan lo dorado del sol. Su halo se expande, enmarca su belleza etérea, fuente de juventud infinita y efímera. Brillo inocente, flor del Edén, el brote en la tierra, sus ojos marrones guardan el misterio del abismo eterno. Cuánto no se sabe, cuánto no se cuenta, que secretos guardas, que historias callas.
Desbordas tu belleza en la fragancia del tiempo, a quien pase deleitas, la naturaleza se dobla ante tu presencia, y en respeto aguardamos con perdido aliento. En tus labios granada sellas un pacto, indiferente a mí, a quienes te observan, y al mundo entero. En tu andar sugieres una danza secreta, tu risa ligera y musical, se desliza en el aire como ecos de libertad, salvaguarda esperanzas, tu alegría contrasta la frialdad de la ciudad, y en ella encuentro el cálido abrazo de Morfeo, señor de los sueños.
Es así, gracia divina, dualidad de vida, simpleza y complejidad, belleza exuberante y sutileza, efímera pero infinita, llevas contigo los últimos atisbos míos con la primavera. Dama transformadora, mueres y renaces entre luces y sombras, si has de volver a los brazos del Hades, prométeme una cosa, que como por tu nombre que canta la eterna danza del ser, hemos de verte una vez más en la siguiente estación, cuando el ciclo vuelva a empezar, y yo siga sin descansar.
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